Mi nombre es Claudio Ariel Martínez, vivo en Córdoba (Capital), soy egresado de la Carrera en Letras Modernas por la UNC y me fascinan los Medios de Comunicación. Es por eso que decidí autogestionarme escribiendo sobre Política, temas de Actualidad y otras cuestiones, de modo que pueda insertarme en el Circuito de los Medios de Comunicación, aunque sea desde su periferia. De esta manera, batallo contra las voces oficiales de los Medios Hegemónicos abriéndome camino al andar. LAS COSAS, TAL CUAL LAS VEO...

lunes, 11 de abril de 2011

Las Formas de la Inquisición: El Gorila Virtual

         Este domingo 10 de Abril finalizó en el Palais de Glace o Palacio Nacional de las Artes ubicado en el barrio de Recoleta la muestra "Homenaje al Pensamiento y al Compromiso Nacional", la cual fue creada por el ex-Secretario de Medios Enrique Albistur y que honra (desde la óptica del kirchnerismo) a 8 "pensadores nacionales", 8 "luchadores de la causa nacional", 6 "artistas comprometidos" y tres dirigentes que "concretaron sus sueños". Ese grupo exclusivo está reservado sólo para tres personas: Evita, Juan Domingo Perón y Néstor Kirchner.    
         Se podría decir muchas cosas en relación a la selección de figuras históricas y su relevancia en el proceso histórico nacional, pero en última instancia es una muestra de un partido político que, si bien es el que ahora está gobernando la Argentina con las responsabilidades institucionales del caso, es lógico (y respetable desde mi punto de vista) que realicen su propia lectura de la “realidad”, independientemente de que se acuerde o no con su construcción hermenéutica. Hasta acá no habría mayores objeciones, salvo por el Gorila Virtual. Juego en el cual, si se le acierta con una pelota a la animación, el “animalito” en cuestión rezonga o se queja, en tanto que una suma virtual reza: “Somos (números de los que aciertan) los que no queremos gorilas cerca”. Y por si uno está indeciso en participar o no de semejante atracción, el monitor del juego nos invita diciendo: "Dame una mano, dame la otra; dame un gorila que lo hago pelota".
         Lo que parecería un esparcimiento inofensivo, una nota de color dentro de la muestra, no deja de estar cargado de una violencia simbólica que es difícil de negar. Queda claro, dentro del imaginario peronista, que los gorilas son, despectivamente hablando, aquellos que no son peronistas o, mejor dicho, que son declaradamente antiperonistas. Esta expresión proviene de los años ’50 y fue tomada del programa radial La Revista Dislocada que parodiaba una famosa película de entonces, Mogambo (1953), con Clark Gable, Ava Gardner y Grace Kelly y que transcurría en la selva. De ahí surge el término que hace referencia al hombre conspirador, golpista y reaccionario, en relación al derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón por parte de la autodenominada Revolución Libertadora del 16 de septiembre de 1955.
         Entonces, cuando se le “pega” al gorila virtual, de alguna manera se le “pega” al que piensa distinto, al que no ve las cosas como algunos las ven, al que no acepta el relato vigente. Esto es muy peligroso, ya que la violencia discursiva siempre precede a la violencia física, y discriminar al otro por diferente siempre fue la antesala de las famosas “cazas de brujas” tan célebres en la Edad Media y cuyo paroxismo llegó con los absurdos Juicios de Salem (1692-93) en los Estados Unidos. Lo paradójico de la situación es que, en términos porcentuales, de las personas que fueron torturadas o quemadas en la hoguera, sólo una porción mínima desarrollaba algún tipo de actividad reprobada por la Iglesia; la gran mayoría, en cambio, fueron chivos expiatorios de su tiempo, enemigos o víctimas de los poderosos de turno por el simple hecho de no ajustarse a las normas de su época, por su pensamiento heterodoxo o meras venganzas personales.
         La Historia está plagada de casos por el estilo, y no es necesario abundar en más detalles; es por eso que sorprende que resucitemos prácticas propias de la Inquisición en relación a la intolerancia. Si bien es cierto que muchos podrían plantear que semejantes actitudes no son raras dentro de la idiosincrasia argentina, marcada por el odio entre unitarios y federales, peronistas y antiperonistas y que hoy se reproduce, como si fuera un calco, en el ámbito de los medios: 6,7,8 versus Todo Noticias por dar un ejemplo paradigmático. Así las cosas, resulta preocupante cuando nuestro reloj cultural en vez de avanzar como corresponde, lamentablemente atrasa.
         No hace falta ir muy lejos en el tiempo para recordar que con el Proceso de Reorganización Nacional instaurado desde el 24 de marzo de 1976 comenzó la aniquilación física de todo aquel que tuviera un ideario peligroso, subversivo. De lo que se desprende que nuestro gran problema como sociedad es que no sabemos convivir con la diversidad, con el otro que me interpela desde su diferencia, pero que, a su vez, no deja de enriquecerme. Lo que hemos hecho siempre (y que seguimos repitiendo como una conducta obsesivo-compulsiva) es anular, clausurar a aquel que no piensa ni comparte mi sistema de valores, sin darle la oportunidad de que me enseñe desde su “otredad”, en beneficio de todos como Nación.
         El odio y la intolerancia sólo generan más de lo mismo, y éstos sólo conducen a la destrucción. En la película El Pianista (2002) de Roman Polański, adaptación de las memorias del músico polaco de origen judío Władysław Szpilman, se muestra cómo un hombre judío debe sobrevivir en el tristemente célebre gueto de Varsovia hasta la culminación de la Segunda Guerra Mundial. Al final de la cinta, cuando los nazis por fin se retiran, no hay voces en off, no hay reflexiones en voz alta por parte del protagonista sobre lo sucedido. No hacen falta. Los paneos generales de la ciudad de Varsovia con sus edificios derrumbados, con los cadáveres apilados y esa sensación de estar habitando el infierno, lo dicen todo.
Yo, Claudio.

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